Jara
El sábado fuimos a la perrera municipal en busca de un perro. En mi caso quería ir más que nada por saber en que estado se encontraban los perros en una perrera municipal. Hace unos años, se emitieron en todos los informativos del país unas imágenes captadas con una cámara oculta en la perrera municipal de Mataró. Las imágenes eran durísimas, muy crueles. Pero por lo visto han cambiado mucho las cosas desde entonces, han debido cambiar al personal, o a gran parte de él. El personal que me he encontrado me pareció de lo más competente, sobre todo el chico que nos atendió, le encantaban los perros.
Llegamos de buena mañana a la perrera, llamamos a la puerta, y al rato se asomó la cabeza un joven por el portón. Cuando se enteró que queríamos adoptar un perro, nos dejó entrar sin apenas abrir el gran portón. Detrás de él se amontonaban un montón de perros de todos los tipos y tamaños. Un diminuto perro se me quedó mirando fijamente, me miraba a los ojos. Lucía un gracioso jersey de lana y el muy perro me derretía con esa mirada, tuve que retirarle la mirada o el jodío se habría a salir con la suya. Mirando el patio, rodeados de jaulas para los perros, tuve la extraña y odiosa sensación de ser un romano a lo Peter Ustinov en busca de una buena compra.
Comenzó la vuelta al ruedo, la galería de las penas y las esperanzas. No paraban de ladrar, teníamos que hablarnos a gritos para entendernos. La verdad es que la mayoría eran más bien chuchillos, chuchillos de todos los tamaños y razas. Había un husky muy curioso, tenía un ojo de cada color, uno azul claro y otro marrón, luego había un chihuahua, un cachorro de pastor alemán...todos esos perros estaban dentro de sus celdas, todos menos unos pocos privilegiados que podían pasear por el patio a sus anchas. Uno de ellos era Frida, un bonito husky siberiano de pelo blanco y ojos claros, clarísimos. La perra se dejaba acariciar, parecía muy tranquila. Otro que me sorprendió fue un pitbull. El perro se me tiraba encima poniéndome sus pezuñas en los pantalones, pegándome cabezazos con ese pedazo de cabezón que tienen los pitbulls. Al perro sólo le faltaba habla, pedía a gritos que le hiciéramos caso, que le diéramos mimos, se tiraba por el suelo boca arriba para que le hiciéramos carantoñas. Estaba realmente necesitado de cariño. Me lo puso muy difícil éste también. Lo único que pude hacer fue juguetear un poco con él. Seguimos el paseo por las celdas y vimos a un perro enorme sentado, mirando al cuidador y a nosotros. El Chaval le llamó por su nombre con energía intentando subirle el ánimo, el perro ni se inmutaba, nos miraba con la mirada perdida como si fuera consciente ya de que no seríamos nosotros los que le sacaríamos de allí. Otro que me partió el corazón. Cuando acabamos de ver todos los perros decidimos quedarnos con Frida, la perra que andaba suelta por el patio por no habernos avasallado como el pitbull, y también porque nos gustó. La perra tiene un año y medio, está esterilizada y desparasitada. En su cartilla pone que se llama Jara, el nuevo nombre con el que la hemos bautizado. Mientras concretábamos los detalles de la adopción me percaté que algo, supongo que un perro, golpeaba con fuerza unas puertas metálicas por la que no se podía ver nada. Seguramente sería El Steve McQueen (La gran evasión) de la perrera , el Alec Guiness (El puente sobre el río Kwai) en versión perruna, el irreductible.
La perra se ha acoplado a su nueva casa y sus nuevos dueños a la perfección, incluso se lleva bien con Freddy, parece como si nos conocieramos de toda la vida. ¡Tenemos Jara para rato!.
8 comentarios
Aydee -
Rutinario -
Pues yo tengo DOS braun minipimers con patas, y lo que jalan oye..
grager -
Rutinario -
Jara ya ha echo de las suyas, pero bueno será cuestión de ir enseñarla poco a poco. ¡Guau!
toya -
not a pretty girl -
toya -
Un besito.
not a pretty girl -